A vueltas con la Muerte – Teatronaos

A vueltas con la Muerte

 

Brief de: A Vueltas Con La Muerte…

Esta propuesta desarrollada por Teatronaos en colaboración con la Concejalía de Cultura de Cuéllar, y con la colaboración de Maricastaña Teatro, a través de la dirección de Nuria Aguado, presenta un trabajo basado en el S.XV y S.XVI con un fuerte afán postmoderno. La Villa de Cuéllar, más en concreto, su Iglesia de San Francisco, retornan a un período verdaderamente convulso en el que todo cambia, la estética, el arte, las personas, la política... Y lo hacen de la mano de los personajes que en su momento reflejan y viven este prisma, quienes, de un modo u otro vuelven de la muerte para tomar la escena.

La figura de Hernán López de Yangüas, uno de los primeros dramaturgos de la Península Ibérica, es el hilo conductor de la obra, al que se le sumará la propia Muerte, y ‘la muerta’, María de Velasco, una de las esposas de Beltrán de la Cueva, primer Duque de Alburquerque.

Estos personajes presentan tres temas muy en auge en la Edad Moderna y la sociedad del S.XV y S.XVI que llegan a nuestros tiempos sin resultarnos del todo insólitos, el miedo a la muerte, qué hay más allá de la muerte, o el control de la muerte sobre la vida en general. Conceptos que siempre en clave de humor, hacen danzar a los invitados a este espectáculo teatral.

La obra definida de carácter convulso presenta múltiples saltos entre el pasado y la actualidad, apreciables en los múltiples elementos que la componen.

Estos guiños anacrónicos interpretativos y guionizados buscan un objetivo, aturdir al público. Planteamiento acertado, o eso parece, tras poder gozar de la opinión de Javier Espejo Suros, máximo especialista en la figura de Yanguas, que tras ver la producción advirtió que:

“precisamente los espectadores en sus días de Yanguas tenían esa sensación de desconcierto al contemplar los trabajos del autor, la obra presenciaba saltos evidentes provocados con el objetivo de conseguir un trabajo postmoderno en cuanto al tiempo y su tratamiento”.

El vestuario, a cargo de María de Melo Collection, destaca esta vez por dos piezas en especial. En primer lugar, el vestido de Mencía Enríquez, la segunda mujer de Beltrán, compuesto a partir del original de la propia duquesa expuesto en los ‘Tesoros de la Hispanic Society of America’. Una pieza de composición estilo reyes católicos, cosida con gran minuciosidad en todos sus detalles. El otro de los trajes está compuesto de greguescos y herreruelos, realizado en seda y que plasma su temporalidad hacia 1531, años en los que se ubica la obra.

 

Ficha Histórica

El servicio de López de Yangüas para el segundo y tercer Duque de Alburquerque, es el nexo histórico que sitúa esta producción en San Francisco.

Puesto que San Francisco estuvo enormemente ligado a este ducado. En el siglo XV, el patronato del monasterio pasó a sus manos, y el primer duque, Beltrán de la Cueva, creó el panteón de la Casa de Alburquerque en su capilla mayor.

Beltrán de la Cueva de origen andaluz, nacido en Úbeda fue todo un caballero, gran soldado, y noble, al servicio de Enrique IV. Toda la vida de Beltrán de la Cueva fue un frenesí. Se dedicó a vivir, a escribir y a luchar en cien batallas, participó en justas, fiestas... era uno de esos hombres sumergido aún en los ideales caballerescos medievales. Fue un hombre sobre el cual giraban constantemente historias de amoríos y de todo tipo de relaciones con los personajes más importantes de la corte de su momento. Lo que está claro es que tan noble caballero habría de casarse bien, y así lo hizo hasta en tres ocasiones

La primera vez en 1462, mismo año en el que nace la hija de Enrique IV llamada Juana... Juana la Beltraneja. Nuestro duque se casa en Guadalajara con Mencía, dama perteneciente a una de las familias más importantes de Castilla, los Mendoza, que dio el sí quiero a Beltrán en una de las ciudades más destacadas del señorío de los Mendoza. En 1476 la pobre Mencía moría.

Poco le duró el luto a Beltrán, pues tan sólo 5 meses después de fallecer la primera duquesa, Beltrán dio paso a la segunda Mencía Enríquez de Toledo, que tampoco le duró mucho, pues murió tan sólo a los tres años de haberse casado con ella.

La convulsión política del momento hizo que el rey llegase a un acuerdo con el de Villena el 25 de Octubre de 1464, que dio como resultado la renuncia del maestrazgo de Santiago de Beltrán a cambio de una serie de villas como Aranda, Roa, Molina, Atienza y Alburquerque. Además también había de abandonar la Corte. Entonces el rey, le donó a cambio la villa de Cuéllar. El duque decidió tomar Cuéllar como residencia por tener un magnífico recinto amurallado y por su cercanía a Segovia.

Tras la muerte de su primera mujer, Mencía de Mendoza, Beltrán ya había planteado la necesidad de construir un panteón familiar en la villa de Cuéllar. Decidió levantarlo en un convento, a la manera de los que había hecho Juan II en la Cartuja de Miraflores de Burgos, como también habían llevado a cabo sus terceros suegros los Condestables de Castilla en la Catedral de Burgos y había hecho Juan Pacheco con el Parral de Segovia tres años antes. Así que Beltrán de la Cueva, firmaba en 1492 su testamento en el monasterio de Santa María de la Armedilla, en dónde establecía que sería enterrado junto con su primera y tercera mujer en el centro de la capilla mayor, y a cuyos lados, en sendos enterramientos murales , le acompañarían también su segunda mujer y su tío Gutiérre. Todo ello, por supuesto, sin escatimar gastos y en alabastro.

Hasta que Beltrán de la Cueva, primero de su nombre, hijo de Diego Fernández de la Cueva, señor de Úbeda, Caballero de la Orden de Santiago, el duque de Alburquerque, Conde de Huelma, de Lerma, de Ledesma, Señor de las villas de Cuéllar, Roa, Mombeltrán, La Adrada, Torre Galindo, la Codosera, Molina, Atienza, Peña Alcázar …,  falleció el día todos los santos de 1492 en su castillo de Cuéllar.

Todos sus títulos sin embargo no le sirvieron de nada para salvar la maravillosa obra que había construído, y los avatares de la historia hicieron que la desamortización sembrara de lo que más tarde recogería la desidia y el paso del tiempo. Así al poco tiempo de ser desamortizado San Francisco, fueron desapareciendo sus elementos más valiosos como el retablo del altar mayor, los cuadros del claustro de Gil de Mena y el magnífico púlpito de mármol que hoy se encuentra en la catedral de Segovia. El convento se vende en subasta  en 1872 y lo adquiere Francisco García Minguela, en cuanto la iglesia, también vendida en subasta, será adquirida en 1882 por tan solo 7500 pesetas por el XVI Duque de Alburquerque, José Osorio Silva.

En 1904 los bustos de Beltrán de la Cueva y los de su primera y tercera mujer son destrozados al caer sobre ellos la bóveda del crucero y se fragmentan en numerosos trozos. Un año más tarde, los enterramientos murales de Gutiérre de la Cueva y de su segunda mujer Mencía Henríquez de Toledo acaban en la Hispanic Society of América de Nueva York, en donde aún siguen expuestos hoy en día. El XVI Duque de Alburquerque no hizo honor a sus antepasados y se los vendió a un magnate americano interesadísimo en el arte español, Archer Milton Huntinton.

En 1915 el edificio se convierte en una fábrica de harinas...mientras, Beltrán de la Cueva, debía revolverse en su tumba.

Gracias a Dios su nombre y el de sus esposas no dependía sólo de las esculturas que dejaban testigo de su paso por la tierra en sus sepulcros, sino que también sus hechos fueron recordados y alabados por escritores de más o menos talla literaria. En Cuéllar Beltrán había mandado traerá a poetas e intelectuales de las tres culturas, que formaban una suerte de corte literaria entregada al ideal caballeresco medieval. Precisamente nos centraremos en uno de ellos, al que sin duda alguna podemos considerar como una figura desconocida del siglo de oro español, pero no por ello menos importante.

Del Soriano López de Yanguas,  se dice que era un preceptor ambulante, ripioso coplero y un mediocre dramaturgo que se había adelantado a todos al castellanizar al Erasmo más osado. Seguidor de Juan de Mena, que sin embargo detestaba ardientemente a Juan de la Encina, no alcanzó la fama de ninguno de ellos en su época. Sus cuitas económicas debieron de verse aliviadas a finales de los años 20 del siglo XVI, fechas en las que ya está al servicio de los Duques de Alburquerque.

Su farsa sacramental se considerará el más antiguo de los autos sacramentales que se multiplicarán en la literatura castellana y portuguesa y que a posteriori llegarán a tener un gran auge gracias a Calderón de la Barca. Con Yanguas, el rito litúrgico se enriquecerá con elementos teatrales, lo cual supuso en su momento una ruptura ideológica considerable, cuyo alcance será impresionante. En sus obras además dará protagonismo a la muerte a la que asociará con la locura, al hilo del teatro moral de anteriores periodos que desarrollaron las danzas macabras. También dará gran importancia a el uso de alegorías y a una crítica muy interesante sobre el momento en que le tocó escribir, así compondrá los problemas, que quieren decir preguntas con sus respuestas.

Finalmente podemos considerarle como un poeta excepcional, de segunda fila sí y quizá un poco vulgar, pero excepcional, porque sin duda alguna constituye una excepción a la regla. Escribió y escribió este autor a la farsa, a la moral, a la muerte y a la vida... incluso escribió un diálogo del mosquito... producía literatura como loco, para apenas ser recordado por nosotros. Y ni siquiera a punto de alcanzar su definitivo sueño soltó la pluma. Falleció en 1547 con la pluma en la mano

Así que por ahí debe de andar López de Yanguas, con sus colegas y… sus no tan colegas. Todos en el limbo de los artistas y en pugna siempre con La Muerte.

 

Elenco

  • Sergio Caminero
  • Maite Barahona
  • Nuria Aguado
  • Sara Pesquera (sustituciones)

 

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